Fue un buen fin de semana en la costa. Dejamos atrás por unos días el calor y el bullicio de Santiago para visitar familiares y recorrer lugares muy queridos que me traen recuerdos de un tiempo que ya fue, que no volverá y que a pesar del tiempo transcurrido conservan esa quietud que los hace ser iguales a diez, veinte o treinta años atrás y hoy al recorrerlos, pareciera que todo es siempre igual. Luego de almorzar en un buen restaurant del balneario y de un paseo por su costanera nos dirigimos al pueblo cercano, a la casa de mis padres, donde el tiempo se detuvo.. aunque el reloj del comedor sigue marcando inexorablemente las horas. Por la mañana, he adornado con nuevas flores su eterna morada y me vuelvo a emocionar. Imposible no hacerlo.... Regreso a Santiago antes de lo previsto pero con paz en el corazón.
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