Confieso que cuando llega a visitarnos, no lo acoso ni me abalanzo inmediatamente sobre el, ahogándolo con abrazos y besos como quisiera. Más bien lo espero, prudentemente, a distancia, pacientemente, como el zorro esperando al Principito, y deseoso sin embargo, de apresurar el encuentro. Poco a poco va habituándose al cambio de casa y comienza a relajarse. De lejos encuentro su mirada, me reconoce, sonríe y de su boca salen esas palabras que me derriten por dentro, "Ta-ta", y luego lo veo caminar hacia mí, balanceándose, desde la puerta hasta donde estoy; me estira sus brazos y lo tomo entre mis brazos mientras me lo como a besos.
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2 comentarios:
Los nietos son en verdad la alegría de los abuelos
Alguien necesita un babero? Jajajaja
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