¡Que hermoso reencuentro tuvimos ese sábado 24 de febrero! Volver a encontrarnos con amigos de infancia y juventud, casi todos hijos de ferroviarios de la siempre recordada y hoy desaparecida Estación Pichidangui, fue un regalo al corazón. No importa que en algunos casos hayan pasado 10, 20, 30 o 40 años sin vernos; bastó un abrazo emocionado de amistad para traer a la mente todas las vivencias que estaban en la memoria. Agradecimientos a quienes organizaron esta jornada de sábado donde la alegría y el cariño reinaron durante el encuentro. Ese día regresé a Santiago, con una gran satisfacción, ver que el paso del tiempo no ha hecho olvidar el cariño de quienes son parte de esta familia ferroviaria. Nuestro Barrio Estación no ha desaparecido; está vivo y así permanecerá por siempre en nuestro corazón.
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